Edgar Morin es una de las personalidades emblemáticas del mundo académico contemporáneo. Su extensa obra y su avanzada edad contribuyen a despertar nuestro imaginario, pero nada supera su capacidad de comunicación y su amplia sonrisa que convoca al diálogo y al entendimiento.
HOY-8 DE JULIO DEL 2016 | NUESTRO QUERIDO EDGAR MORIN-NAHOUM | CUMPLE 95 AÑOS DE EDAD
Cuando me familiaricé por primera vez con su obra a finales de los ochentas, el primer choque fue de incomprensión. Me abrumaron las metáforas, y el uso simbólico del lenguaje me pareció innecesario, y se abrió paso la incomprensión. Nada podía anunciarme por entonces que unos quince años después tendría el honor y el placer de dirigir el colectivo de autores cubanos y mexicanos que elaboró el diseño curricular de una nueva Universidad, basado en su pensamiento.
Aniversario 95
Encuentro en París, noviembre de 2005, para la presentación del Modelo educativo de Multiversidad Mundo Real Edgar Morin. En la imagen, Edgar Morin, Rubén Reynaga (Rector Fundador) y Carlos Delgado
¡Es tan sencillo abrir el camino de la incomprensión! Lo verdaderamente difícil y a la vez fructífero es abrirnos a la comprensión, y cuando se trata de un autor, comprenderlo requiere esfuerzo intelectual y práctico, no es cuestión de un simple deseo, es necesario leer mucho y críticamente, y dialogar como ejercicio permanente de consideración, evaluación y acercamiento del criterio propio y de los demás.
Poco a poco, con las lecturas sucesivas y el diálogo con otros lectores, y sobre todo con el contacto con más y más de la extensa obra, se fueron abriendo horizontes de inteligibilidad y posibilidades de dialogar en una conversación íntima con el autor. ¿Cómo es posible, si no se trata de literatura, sino de ciencia, entablar una conversación con el autor leído? Morin traspasa las fronteras y nos anima a traspasarlas, y cuando es exitoso ese emprendimiento, lo imposible se hace posible, y como parte de ello, la conversación íntima con el autor, a quien se pregunta y de quien se obtienen nuevas respuestas y nuevas preguntas cada vez.
Es complicado comprender a un autor como Morin, sobre todo cuando venimos de una formación académica que nos enseñó a anular al autor y quedarnos solamente con el contenido del texto, con lo que afirma y argumenta. Es una debilidad impresionante de la formación profesional que privilegia la adquisición de conocimientos entendidos como resultados, sin prestar debida atención al agente humano y a la historia que le conduce a pensar, argumentar y construir los conocimientos que nos presenta. Para leer y comprender a Edgar Morin es necesario desencadenar un diálogo con nosotros mismos y con nuestras historias personales de aprendizajes, un diálogo que nos permita autosuperarnos siendo críticos del autor leído y de nosotros mismos.
Por eso, es imposible que pretendamos un ejercicio de explicación de una obra como la de Edgar Morin. Para aspirar a explicarla es necesario desatar los nudos de la comprensión que incluyen al sujeto que ha vivido, vive y desde su experiencia produce, en diálogo con sus circunstancias.
A esa disposición de ánimo hacia la comprensión es necesario añadir la perseverancia en el intento, que significa ampliar cada vez más nuestro conocimiento de lo escrito por el autor leído. La obra de Morin es amplia y sistemática, y se caracteriza por su organicidad, quiere decir, el enlace entre los asuntos teóricos abordados en textos fundamentales como El método, y los asuntos más específicos que puede abordar una obra dedicada a un tema particular, como puede ser la educación. Cabe preguntarse, en estos últimos años, cuántos, por ejemplo, han leído Los siete saberes, sin haber leído o siquiera tener noticia alguna sobre El método. Me temo que han leído un texto completamente diferente al escrito por Morin, y si se dieran a la tarea de volver sobre estas dos obras, descubrirán un libro completamente nuevo, y comprenderán mucho mejor al autor.
La cuestión de fondo es que Morin no es divisible. Quienes por lecturas incompletas o fragmentarias le han dividido, suelen criticar o repetir un Morin que no existe. Así, por ejemplo, muchos educadores que han leído fragmentos de la obra de Morin, suponen que su comprensión del método y el pensamiento complejo es reducible a sus ejemplos didácticos, como si se tratase de una brevísima receta que se puede aplicar al mundo como transparencia o calco, a través del cual pudiéramos descubrir con asombro infantil, cuánto el mundo se parece al esquema. Así, hay muchos escritos que nos hablan de dialógicas, recursividades, hologramias, sin percatarse siquiera de que cuando Morin investiga un tema, no descubre estructuras preconcebidas, sino que se adentra en la madeja de lo investigado y nos revela su complejidad, sin esquematismos previos, ni compromisos con esquema alguno.
Sirvan estas líneas para contribuir a leer y comprender a nuestro querido maestro y agudo crítico de la sociedad en que vivimos. No hay mejor homenaje a un autor palpitante como Morin, que leerle y comprenderle en su 95 cumpleaños, con energías renovadas.
¡Enhorabuena querido Edgar!
¡Alzamos la copa por el amigo y el maestro, que nos brinda cada día enseñanzas de vida y sabiduría de un ser humano conectado con su gente y con su tiempo!
¡Felicidades!
Carlos J. Delgado