Edgar Morin es un pensador trotamundos, fino conocedor de América Latina e invitado a menudo a pronunciar conferencias en los cuatro puntos cardinales del planeta, todo un mundo que impregna su pensamiento. Sociólogo, filósofo, antropólogo ama entrecruzar las miradas, confrontar los saberes, interrogar a las disciplinas.
Nacido en 1921, Edgar Morin se vuelve un rebelde a los veinte años, se une al PCF (Partido Comunista Francés) en 1941 antes de ser excluido por haberse distanciado del estalinismo. En 1950 entra en el CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas) en el que en 1970 es nombrado Director de Investigaciones. Este pensador inclasificable es también un hombre comprometido, un militante. Muy tempranamente Edgar Morin, invita a “entrecruzar los conocimientos”. Es esta su marca de fábrica que lo ha conducido a desarrollar el concepto de “pensamiento complejo” entendido como “lo que está entretejido” planteado ya en su libro Science avec conscience (Ciencia con Conciencia) de 1982. En su Méthode, redactado en seis volúmenes (1977-2004) incluye títulos evocadores, la vida de la vida, el conocimiento del conocimiento y, mejor aún, la humanidad de la humanidad, en los que explica los desafíos de la complejidad.
Observador de los desastres mundiales, Edgar Morin cuyo hilo de Ariadna es una reflexión dirigida al futuro “¿Nos dirigimos hacia las catástrofes en cadena?” “algo que parece probable si no nos decidimos a cambiar de ruta” cuestiona en La vía, escrita en 2011.
Acaba de firmar junto a decenas de intelectuales, el «Manifiesto de los Convivencialistas», que se propone intentar definir la filosofía común a movimientos tan diferentes como el altermundismo, los indignados españoles, el “slow food” o el de la economía social y solidaria ¿Cree que estas iniciativas perfilan el futuro?
Los movimientos existen pero no han llegado verdaderamente a converger. Todas esas iniciativas forman una constelación pero no se han asociado aún orgánicamente. El movimiento de los Sociables que efectivamente he firmado representa una parte de la perspectiva. Es necesario volver a introducir la convivencia en nuestra sociedad. “Convivencialismo” es una buena etiqueta pero no abarca toda la complejidad del problema. Otorgo mucha importancia al pensamiento de Ivan Illich uno de los pensadores de nuestra cultura que en los años 70 expresó una crítica a nuestra civilización bastante radical, tanto a la industrialización como a las formas de consumo, a la educación, etc. Ahora bien, estamos en un momento de la historia en que todo plantea problemas; la dominación del capitalismo financiero, la agricultura o la cría industrial de animales, el consumo orientado hacia una verdadera intoxicación. Las instituciones mundiales se han vuelto totalmente insuficientes, impotentes y arbitrarias como la ONU o desviadas como el FMI. La política ha llegado al nivel cero del pensamiento.
En esta situación ¿debemos inclinarnos hacia el pesimismo o hacia el optimismo?
Debemos buscar un nuevo camino. He desarrollado la idea de la metamorfosis para decir que en el fondo todo debe cambiar. Los países América Latina y el Ecuador han elaborado una política del “buen vivir”. Es una idea que debemos impulsar. El “bienestar” es una hermosa palabra cuyo sentido ha sido totalmente degradado. El problema no consiste solamente en alcanzar un nivel de confort mediante la posesión de bienes materiales como un aparato de televisión, una heladera o un coche. Son importantes, pero lo que cuenta ante todo es el sentimiento del “buen vivir” que descansa sobre el desarrollo de una realización individual en un desarrollo colectivo en una comunidad fraterna. La aspiración a otro tipo de vida atraviesa la historia. Largo tiempo estuvo encarnada en la idea del paraíso. Luego regresó a tierra con la Revolución Francesa, el socialismo, Karl Marx. Pienso que tenemos que unir las tres fuentes: la libertaria para el individuo, la socialista para mejorar la sociedad y la comunista para vivir en comunidad. Y habría que agregar la ecologista. La aspiración a otra vida ha atravesado el socialismo que se ha reblandecido, al comunismo que se ha desviado; fue la que alzó a la juventud de mayo del 68. Actualmente anima a los jóvenes de la primavera árabe, a los de Occupy Wall Street en los EE.UU., a los Indignados españoles, a los manifestantes de Brasil. Pero para poder cambiar de rumbo está faltando el pensamiento político. La gente está decepcionada, resignada, sin esperanza. Es cierto pero sobre todo porque todavía no se ve la descripción de algo creíble. En el fondo, ¿qué es una sociedad de convivencia? ¿Una sociedad en que la cooperación entre los hombres ocuparía el lugar de la explotación del hombre por el hombre? La película de Vittorio De Sica Milagro en Milán termina con la idea de una sociedad en la que cada uno dice al otro “Buenos días”. En una sociedad de convivencia las personas no son anónimas, se conocen, se entrecruzan. No se trata solo de buena educación ni de cortesía. El otro existe y se le reconoce como diferente y al mismo tiempo parecido a uno mismo. Esta necesidad de reconocimiento es común a todos los seres humanos. Los que se hallan privados de ese disfrute por hallarse humillados, sometidos, dominados, lo sufren. En las administraciones, en las empresas, en todas partes las personas se hallan disgregadas, separadas unas de otras. Es decir podríamos mencionar que hace falta una “re-unión”
Hallarse unido a su vecino a escala individual, de un pueblo o de una comuna es fácil de imaginar. Pero a escala mundial, ¿solo puede darse a partir del concepto que usted plantea de “tierra patria”?
En todo ser humano existen dos principios fundamentales. Primero el “yo” egocéntrico y vital para defendernos frente a la adversidad. Pero también el “nosotros” que se expande en la familia, los compañeros, los partidos políticos, la religión, etc. Nuestra civilización ha magnificado el “yo” y ha subdesarrollado el “nosotros”. Debemos cambiar este planteamiento y volver a desarrollar el “nosotros”. Anteriormente uno se enfrentaba al enemigo, al invasor. La convivencia a escala mundial se describe como la toma de conciencia de que compartimos un destino humano común. Corremos la misma aventura, nos encaminamos hacia los mismos abismos, es necesario reaccionar a escala global. El problema es lograr salvar a nuestra tierra-patria de la destrucción. Somos el producto de una evolución biológica que se ha venido construyendo durante 2.000 millones de años y de la que surgió una especie abusivamente llamada Homo sapiens. Esta identidad común produce diferencias. La palabra “patria” habla a la sensibilidad, fraterniza. No puede concebirse sino sobre la base del respeto a todas las diversidades nacionales y culturales, a condición de seguir insistiendo en la unidad. Porque los que solo ven la diversidad humana olvidan la unidad. Y los que solo ven la unidad tienen una concepción abstracta y olvidan la diversidad humana. La actual globalización técnica y económica ignora la diversidad cultural y la sensibilidad de los pueblos. Ahora bien, si la “tierra patria” engloba las patrias entonces la diversidad humana es el tesoro de la unidad humana y la unidad es el tesoro de la diversidad.
Existen momentos en la historia de la humanidad en los que se producen cambios de rutas, bifurcaciones ¿Qué señales percibe que nos indiquen que estamos realmente en una de esas fases?
Estamos en una situación en la que no hay algo formado, no sabemos cuándo ni cómo llegará el momento de la transición. El mundo está fermentando. No se sabe en qué terminará Las pulsiones de muerte y destrucción son muy fuertes Pero eso no debe desesperanzarnos. Existen múltiples conflictos que podrían desembocar en una deflagración general. Cada uno es como un árbol. El viento desparrama las semillas. Cuando caen en tierra fértil germinan. En la India, las reflexiones del príncipe Sakiamuni, el Buda, sobre el sufrimiento humano y la verdad dieron nacimiento a una religión que profesan millones de personas. En otro orden de cosas Marx y Prudhon eran considerados marginales por los intelectuales de la época, como desviados antes de que sus ideas dieran nacimiento a considerables fuerzas políticas.
Edgar Morin: » Tengo la impresión de que tengo pocos prejuicios, me siento abierto a ideas que se contradicen mutuamente y me percibo interiormente libre. Que buena es la libertad que compensa tantas cualidades ausentes».
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Aunque el futuro previsible no genera demasiado optimismo usted afirma sin embargo que el improbable beneficio llegará. ¿Las revoluciones árabes son para usted signos de que lo improbable puede convertirse en probable?
Las primaveras árabes, sobre todo en Túnez y Egipto, son movimientos muy importantes, pacíficos. Pero por el momento lo que ha surgido en términos de procesos electorales es tanto positivo como negativo La mayor parte de los partidos de izquierda se hallaban perseguidos por los regímenes dictatoriales. Habían perdido a menudo el contacto con el pueblo. Los islamistas lo tenían y la gente los votó. Eso nada tiene que ver con la importancia del acontecimiento. Hoy el pueblo está contra el presidente Mursi pero la oposición es muy heterogénea. La primavera árabe representa un despertar inicial que va a fecundar el futuro pero aún no sé cómo.
Los artífices de la primavera árabe han calificado a su movimiento con el término de “revolución” Usted ha preferido cambiarlo por el de metamorfosis. ¿Qué significa ese concepto?
Es necesario pensar en la oruga que se encierra en un capullo para convertirse en mariposa. Llega a destruirse totalmente para convertirse en algo diferente. La historia humana está llena de metamorfosis. La nueva metamorfosis solo tendrá lugar a escala planetaria. Se va a modificar el conjunto de las relaciones, la organización va a modificarse y hoy es imposible prever la forma que tomará esta nueva sociedad mundial. He abandonado la idea de revolución por dos razones. La primera se corresponde con el objetivo de no continuar con la idea de hacer “tabla rasa” con el pasado. Necesitamos todas las culturas del pasado, todo lo adquirido por el pensamiento en el pasado. La idea de metamorfosis conduce a la vez a la ruptura y a la continuidad. La segunda pretendía que la idea de revolución era cuanto más violenta más auténtica. La violencia es a veces inevitable pero es erróneo pensar que es justificada y necesaria porque entonces genera otras violencias.
El tratamiento impuesto a Grecia, los planes de austeridad que conducen a la recesión alimentan en grandes franjas de la población un sentimiento de rechazo hacia Europa. ¿Puede aún Europa jugar un papel en la política civilizadora que usted impulsa?
La crisis económica ha puesto de manifiesto una crisis ya existente. Europa se desarrolló económicamente pero sin unidad fiscal y se ha convertido en un enano político incapaz de llevar adelante la idea original: unirse para la paz y en función de aspectos civilizadores comunes. Actualmente ese vacío constituye un peligro real. Alemania se ha convertido en la potencia política dominante y ha impuesto a los demás el falso remedio de la austeridad. Existen hoy, para mí, dos señales de alerta. Las respuestas planteadas al dominio del neoliberalismo económico están produciendo caos en Grecia y conduciendo a Hungría a una nuevo sistema autoritario, que no puede calificarse aún de fascista, pero que es peligroso.
En Francia usted ha invitado recientemente al Presidente de la República a cambiar de gabinete. ¿Cómo ve la situación?
Digamos que espero el sobresalto. Aún no estoy desesperado. Planteo una crítica constructiva. La situación muestra signos inquietantes. Encontramos a las mismas personas en los cargos ministeriales que elaboran los mismos informes y piensan políticamente a partir de ideas basadas en el crecimiento y la competitividad. El Presidente de la República debe comprender que es necesario cambiar de rumbo y que el gran escenario que constituye un verdadero relanzamiento es el de la economía verde. La falta de ideas sobre nuestro mundo contemporáneo, sobre la actual crisis de la humanidad en la era de la globalización conduce a una visión miope que a menudo se reprocha a los partidos políticos.
Usted llama a regenerar el pensamiento político ¿Que es lo que entiende en tal sentido?
Los responsables políticos viven el día a día. Ya no tienen una visión global. Para que no sean condenados al sonambulismo me parece útil elaborar un pensamiento político que sepa reunir los conocimientos. Tomemos, por ejemplo, la globalización. Es un proceso económico, demográfico, sociológico, psicológico, religioso, etc. Todas las ideas se entrecruzan. También los acontecimientos. En 2001 un grupo minoritario y marginal, Al Qaeda, logró destruir dos torres de la ciudad de Nueva York y la consecuencia fue una deflagración mundial. Los partidos están en el todo pero el todo está en los partidos. El mundo está en nosotros. Y este hecho acarrea una manera de pensar muy diferente, compleja, de largo plazo, no maniquea. El mundo tiene al mismo tiempo necesidad de globalización (las culturas por ejemplo) y de «desglobalización» (la agricultura) Se tiene a la vez necesidad de crecer y de decrecer. Se debe desarrollar para que cada uno disfrute de los progresos positivos y delimitar para que la gente pueda seguir perteneciendo a una comunidad. He aquí un pensamiento político que podría conducir a una metamorfosis, a un cambio de rumbo.